Noche soñada
Noche soñada
Cientos de veces lo había visto
en los entrenamientos, empapado de sudor y revolcado como toro dando tres
vueltas en remolino. Tomaba impulso con unos cuatro o seis pasos mientras
miraba el balón y la esquina a dónde lo pensaba colocar. Y así lo hizo esa
noche, así escribió un renglón más en su palmarés José René Higuita Zapata.
Esta historia comenzó en los
primeros días del mes de agosto de 1995, se asignó el equipo de grabación que
haría el rodaje de la sección Primer Plano de NTC Noticias, en el partido por semifinales
de la Copa Libertadores de América entre Nacional de Colombia y River Plate de
Argentina.
Lógicamente el camarógrafo era
Germán Palma, creador de esa sección que lograba capturar lo que la trasmisión
de televisión pasaba por alto. El sonido de Primer Plano era parte fundamental,
los gritos, las indicaciones, el golpe del balón, las faltas, etc. Esa
partecita me fue asignada.
Llegamos a la capital paisa la
noche anterior, Medellín era una sola fiesta verde, se palpitaba el fútbol y
era contagioso… Nosotros solo pensábamos en el almuerzo al día siguiente en
Mondongo´s de la 70, parada gastronómica obligada cada vez que pisábamos suelo
antioqueño.
Al caer la tarde y dos horas antes
de empezar el partido, llegamos al estadio Atanasio Girardot, estaba casi lleno,
aquello era un manicomio futbolero. El cielo gris plomo presagiaba una noche
fría y lluviosa, más tarde se calentaría con un juego inolvidable. Cuando
entramos a la gramilla para intentar ubicar la cámara en el mejor lugar nos
recibió el olor a pasto mojado, y la barra Escándalo Verde de la tribuna
oriental con uno de sus cantos.
- Edgar Perea es una gono%#&*
Iván mejía es una porquería… Edgar Perea…
Durante casi dos minutos el
estadio cantándonos, se sintió como una semana. Con Germán hicimos más lento el
caminar, los cánticos no nos amedrentaban. Además, no éramos difíciles de
ubicar, nuestros chalecos azules tenían tremenda pancarta colorida en la
espalda en la que se leía: NTC Noticias. El champion, presentador del
noticiero, había sido declarado como persona no grata en Medellín por sus
férreos comentarios deportivos, 50 mil gargantas a todo pulmón y con algo de
rabia se encargaban de recordárnoslo.
Decidimos hacernos detrás del
arco de River, casi no hablábamos, cada uno ya sabía lo que debía hacer. Por mi
parte no iba a desaprovechar la oportunidad de ver a Los Millonarios con una
nómina de lujo encabezada por “El Muñeco” Marcelo Gallardo, “El Burrito”
Ortega, “El Negro” Astrada y “El Mono” Burgos en la portería.
Hoy recuerdo al grande de los
grandes Eduardo Galeano, el escrito uruguayo alguna vez dijo que en la vida uno
puede cambiar de mujer, de religión, o de partido político, pero jamás de
equipo de fútbol. Eso exactamente me pasa con Los Millonarios.
Los quipos saltaron a la cancha,
los jugadores de Nacional salieron primero tomados de la mano, el estadio se
volvió blanco de tanto papel picado, la pólvora se hacía sentir, los últimos de
la fila eran “El Chicho” Serna y René Higuita, el rugido de las tribunas vaticinaba
una noche de fiesta inolvidable. Al entrar River les soltaron un par de
gallinas, juego psicológico contra los argentinos.
El árbitro pitó y comenzó el
partido, los gritos no cesaban lo que hacía mucho más difícil captar el sonido
de la grabación.
En cada balón los 22 hombres en
la cancha, mojada y lisa se jugaban la vida, era como si por momentos se
convirtieran en guardias pretorianos con sus temibles espadas Gladius apretadas
entre las manos, el escudo aferrado en sus brazos y los taches de los guayos
afilados.
Nacional se mostraba demoledor en
el ataque, era como un reloj suizo. Burgos en el arco de River Plate se iba convirtiendo
en figura, al menos cinco veces ahogó la celebración atascada en el alma de
cientos de miles de hinchas del verde de la montaña en los primeros 45 minutos.
Y detrás de ese arco unas 30
personas entre camarógrafos, sonidistas y fotógrafos, todos hinchas de Nacional
sufrían y gritaban, por momentos hasta dejaban de grabar. Germán y yo
concentrados en el trabajo.
Terminó el primer tiempo y nos
trasladamos al otro arco rápidamente, Germán se ubicó un poco a la izquierda y
yo a unos tres metros de él, para intentar tomar las indicaciones que desde el
banco de suplentes daba Juan José Peláez DT del Nacional.
Me gustaba mi trabajo, viajaba,
me divertía, podía estar presente en algunos apartes de la historia reciente de
Colombia y me pagaban por ello… Era feliz.
Solo habían transcurrido cinco
minutos del segundo tiempo cuando la gloria para René llegó en forma de una
falta al borde del área. Una plancha deslizante de Altamirano originó todo.
No se habían levantado los
jugadores y a lo lejos, desde el otro lado de la cancha, empiezo a ver a
Higuita en un andar pasitrotero atravesar el campo del Atanasio para cobrar el
tiro libre… Un frío, superior al que ya sentía del agua que había recibido
durante tres horas me recorrió el cuerpo. Solo pensé esto es gol, va a perder
el millonario.
Gritos en la tribuna, gritos de
los camarógrafos a mi lado, más pólvora, El Mono Burgos también gritaba
acomodando la barrera, Higuita tomaba la esférica, mi angustia crecía… Sabía a
donde iba ese balón y no podía gritar nada para alertar al portero del equipo
de mis amores, si lo hubiera hecho no estaría escribiendo estás líneas 26 años
después. Tampoco me hubiera creído.
Veía a Burgos muy cargado a la
derecha, no llegaba a la esquina donde René le iba a colocar ese balón ni
tomando Red Bull.
Todo sucedía en cámara lenta, la
tranquilidad en el rostro de “El loco” enmarcado en su espesa cabellera y enfundado
en su buzo gris con amarillo y pantaloneta negra, tomó el impulso de siempre
cuatro o seis pasos, alistó el cañón de su pierna derecha… Estaba a punto de saborear el néctar de la victoria, la
recompensa a litros de sudor y decenas de horas de entrenamiento pateando tiros
libres. Se impulsó y… ¡GOLAZO, GOLAZO, GOLAZOOO!!!
El estadio se quería caer, era
como un barco pesquero en una tormenta en alta mar, el balón pegó en el interior
del horizontal y adentro. Burgos apenas llegó a sacar el balón del arco,
Higuita corrió al banco de suplentes para abrazarse con todos, el momento de la
gloria, la cereza del pastel para una noche de fútbol sencillamente
espectacular, soñada.
René, el niño del barrio Castilla
en la comuna cinco de Medellín, el consentido de la abuela Ana Felisa (Q.E.P.D),
un ser que al parecer vino de otro mundo a animar el fútbol, el hombre que
perfeccionó el estilo de arquerazos como Hugo Orlando Gatti y Alberto Pedro
Vivalda (Q.E.P.D), René y su historia sensacional que dio alegría a millones de
corazones.
Tengo la impresión que la esencia de René, se seguirá
sintiendo por décadas en el Atanasio Girardot después de esa noche memorable,
con un marcador que se me antoja recordarlo así: Higuita 1 – River Plate 0.
Muchos años después de retirado,
René confesaría en una entrevista que ese fue el mejor gol de su carrera
futbolística. “El Loco”, un ser perfectamente imperfecto que saboreo el dulce elixir del éxito, bajó a los nueve círculos del infierno de Dante y regresó a la
gloria futbolera.
Elkin R Coronell C
N. del A. Proximamente les compartiré el link de la nota emitida.
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