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Mostrando entradas de abril, 2020

El paciente de la camilla 44

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El paciente de la camilla 44 La noticia la recibí y sentí como si me hubieran lanzado a una piscina llena de cubitos de hielo. – Lo tengo que hospitalizar- Dijo el doctor Héctor Domínguez. Llevaba casi seis días soportando un dolor abdominal con la única intención de poder presentar el ECAES ( Exámenes de Calidad de Educación Superior), era una de mis prioridades para poder cumplir con un objetivo aplazado durante años, obtener el título como Comunicador Social. Era casi la media noche del sábado, y seguía intentando entender lo que me decía el Doctor Domínguez mientras leía los resultados de los exámenes médicos. Domínguez es un hombre delgado, con barba de psicoanalista y un llamativo acento del centro de Venezuela, con quien luego entablamos una conversación que nos llevó desde el Folclor que compartimos hasta la verdad que solo unos pocos se empeñan en negar. El pueblo colombiano y venezolano es uno solo… separado por un puñado de locos enfermos de poder. No fue l

¿QUÉ PODRÍA SALIR MAL?

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¿QUÉ PODRÍA SALIR MAL? La tarea era sencilla. Enviar las notas previas al partido Colombia Vs Paraguay por microondas desde Telecom y llegar a la esquina del vetusto coliseo Elias Chegwin de Barranquilla, lugar escogido por el presentador de deportes del noticiero. Algo normal y rutinario en el mundo de la televisión, pensé ¿Qué podría salir mal? Con tiempo de sobra llegué a Telecom para rodar en el primer turno, pero la casetera falló, 15 minutos después llegó el corresponsal del noticiero enfrentado y pudo rodar normal, por esa camaradería que existe entre el cuerpo técnico de quienes trabajamos en televisión me prestaron la casetera de ellos y pude enviar el material a Bogotá. Ya había perdido más de media hora y el tiempo que antes sobraba ahora era justo. Salí corriendo a tomar un taxi, en "La Arenosa" por esos días se respiraba un aire de carnaval, de optimismo, todos querían cogerla suave. Le saqué la mano al primero que pasó, se detuvo, y yo con voz

Entre el olvido y el amor

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Entre el olvido y el amor Era el décimo asalto de una pelea pactada a doce rounds, la tensión crispaba los nervios de los contendores que se estudiaban con sigilo y táctica buscando el momento justo para golpear, el amor ganaba por puntos al olvido, pero lo estaba pasando mal en los últimos tres asaltos, de repente todo cambió. Un uppercut seco y ascendente a la mandíbula del cariño mandó a la lona al amor que cayó de bruces. Empezó el conteo, en cámara lenta, como si fuera una de las películas de Rocky Balboa. Uno, dos, tres, el contrincante caído se empezó a levantar a la velocidad del morrocoy, pero con su misma perseverancia; cuatro, cinco, seis; con las cuerdas terminó de levantarse sin saber en dónde estaba, se escuchó el conteo de protección por parte del réferi que era la vida misma y ding, ding, ding, sonó la campana. El olvido sintiéndose ganador y arreglándose su pantaloneta negra con líneas grises que hacían juego con sus botines del mismo color, se fue a