El Catalina
El Catalina
- Me daban ganas de llorar mirar
ese avión… ahí tirado, las llantas pinchadas, el casco enterrado, el tren de
nariz partido; y lo más triste, los soldados lo tenían de orinal.
Así recuerda Héctor Julio Parra
el día que vio por primera vez El Catalina, tirado y abandonado, en un lejano
paraje donde casi terminaba el CAMAN, Comando Aéreo de Mantenimiento, de la
Fuerza Aérea Colombiana en Madrid Cundinamarca.
Héctor es uno de esos hombres
virtuosos que se formaron durante la mejor época de la aviación llanera. Sus
amigos le dicen “Parrita” de cariño, debido a su figura bajita, rellena y ese
corazón de oro que no le cabe en el pecho. Como si no bastaran esas virtudes,
es considerado el mejor mecánico de DC–3 que ha pisado el aeropuerto Vanguardia
de Villavicencio.
En medio de sus breves, pero
contagiosas risotadas, me contó que se demoró 1.460 días, cuatro años
exactamente, reparando y alistando el avión que se había convertido en el sueño
del capitán Giovanny Bordé Q.E.P.D. otro virtuoso de los aires en la Selva y
los llanos de Colombia.
Cuando el sueño empezó, el
capitán Bordé y Parrita trabajaban en Sadelca, Sociedad Aérea del Caquetá. En
una de esas conversaciones de buenos amigos, Bordé le contó su ilusión mientras
le decía que tenía ahorrado el dinero para comprar dos aviones y armar uno
solo.
En la imaginación de los dos
veían El Catalina despegar, para surcar nuevamente los cielos del Llano y la
Selva en medio de amaneceres tornasol, el azul del medio día, el carmesí de la
tarde y sentir lo que es casi indescriptible… Acuatizar en los interminables
ríos de la geografía, de esta media Colombia siempre olvidada.
Para lograrlo pasaron largas
noches de frío e insomnio en un hangar de la base de Madrid, allí en medio del
olor a gasolina y aceite, sentían desfallecer cada vez que se acababa el dinero
para continuar con el proyecto. Pero Bordé siempre solucionaba.
Un buen día doña Cristina, la
esposa del capitán, le dijo a Parrita en secreto, que intentara convencerlo de
dejar ya ese avión. Pero sacarle una idea de la cabeza a Giovanny Bordé era
tarea imposible.
48 meses después llegó la fecha
esperada, hubo apuestas de todos los montos entre soldados y pilotos. La gran
mayoría se aventuraron a asegurar que El Catalina no volaría… Sin duda no
conocían las capacidades de ese maravilloso dúo de amigos que conformaron
Parrita y Bordé.
El alba despuntaba, las
condiciones para volar mejoraban. El Catalina hizo el carreteo mientras los
gritos de todo el personal de la base, apostados a un lado de la pista,
intentaban opacar el rugido de los motores 1830 – 92.
La ansiedad se apoderaba de
todos, incluso del capitán Bordé, por fin su niña consentida, su Catalina,
estaba a unos cientos de metros de volver a volar. En ese primer vuelo iban el
capitán, Parrita y un instructor venido desde Venezuela, que certificaría a
Giovanny como piloto del hidroavión Consolidate PBY Catalina.
Los motores rugieron más fuerte
mientras la pesada nave iba tomando impulso. Cachuchas, bayetillas, pañuelos y
camisetas se agitaban en manos de los soldados… V1, todo normal, en cuestión de
segundos estaban en V2, ya no había paso atrás… lento pero seguro se fue
encumbrando. El sueño se empezaba a cumplir. Por fortuna la felicidad no pesa,
porque en ese momento llenaba todo el hidroavión.
El primer destino fue Bogotá y
después salieron para la represa de Betania, donde acuatizaría por primera vez
después de muchos años. El instructor quedó asombrado al ver que el alumno
volaba y tenía mejor experticia que él.
No hubo cascabeleo ni golpeteo al
acuatizar… Minutos después volvió a despegar ante la mirada atónita de los
lugareños.
350 horas de alegría
El Catalina llegó al aeropuerto
Vanguardia, su nuevo hogar. Allí generaba la admiración de los conocedores de
la historia de la aviación, la curiosidad de otros y la hiel de la envidia de
unos cuantos.
En los cafetines, tiendas y
restaurantes del aeropuerto, los conocedores coincidían en comentar que el PBY
Catalina, había sido fabricado en los años 30 del siglo XX, y durante la
Segunda Guerra Mundial, fue de gran utilidad por su multifuncionalidad, pues
podía ser avión de reconocimiento, escolta, transporte de carga y misiones de
rescate.
Pero también en los hangares se
recordaba que durante la revolución de los llanos era usado para combatir a
Guadalupe Salcedo y sus valientes insurgentes. Era el sobresalto de los
llaneros, que luchaban para acabar con un régimen del terror establecido por
los Chulavitas y el Gobierno Conservador.
El hidroavión y Bordé eran la
sensación, así lo rememora Parrita.
- El capitán era todo gomelin.
Usaba una pañoleta amarrada a la cabeza y la cachucha al revés… No era mi jefe,
era mi amigo.
Un silencio se produce, las
palabras se cortan, los ojos se encharcan, hace un par de pucheros y voltea su
cara para mirar al horizonte… Es la forma de disimular su tristeza. Toma aire
nuevamente y dice.
- Nos trataba muy bien a todos,
no como muchos de ahora que lo miran a uno por encima de la ruana.
El primer viaje fue a Carurú en
el Vaupés, La tripulación del Catalina que iba cargado de toda clase de
víveres, pasta, sal, verduras, papas, gaseosa y cerveza; estaba integrada por
Bordé, Wilson el copiloto, Malicia el despachador y Parrita. Sobrevolaron la población y finalmente
acuatizaron ante la mirada incrédula de los carurenses.
Se convirtió rápidamente en el
transporte preferido de los más olvidados y necesitados, los indígenas de la
región eran los mejores amigos de la tripulación. Cada vez que llegaban a
alguna población los recibían con sancocho de pescado o de gallina.
Dice Parrita que uno de los
viajes que más lo impactó fue ir a Jirijirimo en el Vaupés, que significa “La
cama de la Anaconda” en lengua indígena. Lo espeso de la selva y el ancho e
interminable río trasmitían una extraña ansiedad que luego era disipada por la
tranquilidad del ambiente.
Entre estas y otras anécdotas
fueron completando 350 horas de vuelo.
El Pajarólogo
Este hombre de ojos verdes hablaba poco, brazos y piernas
largas, medía más de dos metros de estatura, estaba armado de un par de cámaras
de fotografía y varios lentes, era un ornitólogo, pero Parrita le decía el
pajarólogo.
- Ese tipo era tan alto que yo a
duras penas le daba arribita del ombligo.
Fue uno de los tantos viajes a la
selva, el vuelo iba contratado por unos turistas y entre ellos este personaje
cuyo nombre se perdió en el sinnúmero de pasajeros que trasportaron.
- Él se iba desde las 5:00 a.m. y
se metía por allá… solo salía hasta por la tarde cuando empezaba a oscurecer.
El resto de la gente tirando baño y comiendo sancocho. La pasábamos muy bueno.
Los vuelos de rescate
Era el avión ideal para este tipo
de vuelos, además la experticia de Bordé, quien diariamente leía el manual del
Catalina, lo convertían en la persona indicada para intentar rescatar víctimas
de aviones accidentados.
Con esa misión salieron una
mañana rumbo al Muña volando muy bajito entre las montañas, cargados de combustible
y con varias personas a bordo.
- Yo me acuerdo de los virajes que
hacía el capitán, las alas casi pegaban contra la montaña, eso no lo hace
cualquier piloto y menos con una nave tan pesada. – Recuerda Parrita.
Acuatizaron en el embalse de El
Muña y media hora después intentaron despegar, pero el peso del combustible de
reserva que llevaban y a esa altitud, 2.600 metros sobre el nivel del mar, las
cosas eran a otro precio, los motores no daban potencia normal.
Pero nuevamente Bordé salió
airoso y su Catalina logró levantar vuelo justo a tiempo, como en las
películas.
Hijo, váyase para la cola
Regresaban de una población que
llamaban Cachiporro, cargados de envase vació de cerveza y gaseosa. El Catalina
y su tripulación realizaron las operaciones rutinarias, pero no se percataron
que uno de los flotadores se llenó de agua y así despegaron.
El hidroavión entro en
emergencia, quedó sin control. Atrás solamente el río y adelante la tupida
selva.
- Entonces el capitán nos llamó,
veníamos un señor Chichigua que era el fletador, Wilson y yo.
- Ténganlo hacía atrás con toda
la fuerza, con más fuerza. – les gritaba Bordé
Con la fuerza sobre humana que
produce el susto y la adrenalina, halaban la cabrilla, pero todo era inútil.
Padres Nuestros, Ave Marías y uno que otro madrazo. La angustia penetraba sus
cuerpos, el pánico se reflejaba en sus rostros. Parrita veía como las hélices
empezaban a rozar las copas de los árboles, fue entonces cuando Bordé, de un
grito, le dijo a su hijo que también los acompañaba en ese vuelo.
- Váyase ya para la cola y se
acomoda allá.
Ante esa orden todos
comprendieron que el siniestro era inminente.
Las oraciones fueron escuchadas
en ese mismo cielo que surcaban cada ocho días, pues el flotador estalló y
soltó toda el agua.
- Suelten huevones, suelten… El
avión es mío. Gritó nuevamente el capitán.
Respiraron tranquilos y el color
regresó lentamente a la cara de todos.
La envidia
El Catalina era la admiración de
todos, el sueño de vida de Giovanny Bordé, la ilusión de Parrita y la envidia
de un par de policías mal atalajados asignados al aeropuerto Vanguardia.
Estos sujetos disfrazados de autoridad,
estaban dispuestos a cortarle las alas al Catalina con todo tipo de artimañas…
Hasta que una tarde lo lograron. Le hicieron tres inspecciones y todas salieron
negativas, pero por mano de “alguien” la cuarta prueba arrojo resultado
positivo. El hidroavión quedaba en tierra hasta que pudieran demostrar la
inocencia de todos.
Allí quedó El Catalina, Bordé
intentaba demostrar el vil montaje del que fue víctima, Parrita sin trabajo
debió volver a trabajar en Sadelca. Hoy años después sigue asegurando que jamás
cometieron ninguna actividad ilícita.
- Se enamoraron del avión,
perjudicaron a cientos de personas a las que se les llevaban víveres, porque
eso era lo único que trasportábamos… Víveres. Me quedé sin el trabajo que me
daba para la papa, para la educación de mis hijos.
Fin de la película
El capitán Giovanny Bordé vivía
al límite, como los héroes. La mala jugada lo dejó casi en la ruina y con el
alma destrozada. Se aferró al amor de su familia y empezó a demostrar su
inocencia poco a poco.
Las cosas de la vida lo llevaron
a estar en Medellín en Julio de 2003. Allí decidió hacer las pruebas de una
avioneta tipo cisterna recién reparada. Una vez despegó la aeronave fue
declarada en emergencia, no había tiempo de regresar… Bordé intento aterrizar en
una despejada calle del Barrio El Prado, pero la nave no respondió y terminó
estrellándose contra tres casas.
Este Don Quijote voló más alto
sin despedirse de su fiel amigo y escudero Sancho, se fue con la utopía de
volver a tener su Catalina, y recuperar la vida que le arrebataron un par de
envidiosos escondidos en su traje verde.
La noticia la recibió Parrita
reparando un motor de un DC-3
- La señora Vilma que era la
despachadora de Sadelca me dio la noticia y yo no lo podía creer. Yo no tenía
ni para el pasaje para ir a Bogotá. Pero doña Vilma me regaló el dinero para
por ir a acompañar a mi mejor amigo.
Años después de estar tirado en
el último hangar de Vanguardia, el Catalina encontró un nuevo dueño, y otra vez
Parrita estuvo ahí. Se encargó de desarmar parte por parte un pedazo de su
vida, el último recuerdo del capitán Bordé.
El Catalina fue despedido con
chorros de agua durante su recorrido por la plataforma del aeropuerto con un
sol anaranjado de fondo. Se fue a encontrarse con su nuevo dueño en la lejana y
fría Alemania.
- Me da tristeza y alegría que se
lo lleven, pero es mejor así, que alguien más le de cariño y lo vuelvan a
volar. Porque el señor que lo compró lo quiere para eso… Vuelve a hacer
pucheros, respira lento, con nostalgia, otra vez la mirada al infinito, los
ojos rojos y termina diciendo.
- Este ha sido uno de mis días
más tristes… Pero ese es el destino de la vida… ¿Sí o no? Sonríe y se quita el
agua que brota de sus ojos.
Elkin Raúl
Coronell Cadena
Fantásticos recuerdos... A ese Catalina lo veremos pronto.
ResponderEliminarGracias, ELKIN RAUL CORONEL. estas historias, hacen suspirar y lavar ojos.❤️
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