La recompensa viene del cielo

La recompensa viene del cielo


Bomba de tiempo. Esas palabras definen la difícil situación que se vivió en la cárcel de Villavicencio por cuenta del Covid. El campanazo de alarma se dio por dos internos que fueron trasladados al Hospital de la ciudad y fallecieron a los pocos días, los dos presentaban los síntomas del Bicho, como lo llaman ahora popularmente.

 

La tensión constate que se vive entre guardianes e internos llegó a su punto máximo en cuestión de horas, avivada por el calor sofocante de las celdas, la desesperación en los rostros de los reclusos y el terror que en forma de sudor brotaba por los poros de todos. El motín no tardó en llegar.

 

Incendios focalizados, puertas al piso, gritos, piedras volando y arengas contra los guardias quienes resistieron la hostilidad y el odio que se acumula después de años de detención. El panorama no podía ser más apocalíptico.

 

Los reclusos convencidos que nadie los iba a ayudar, sentían a la muerte caminando entre las celdas, durmiendo entre ellos y comiendo del mismo plato. Finalmente, el cansancio los venció dando paso a la desesperanza. Fue entonces cuando el diálogo de un uniformado de apellido Pérez abrió la primera puerta de reconciliación.

 

El Dragoneante Andrés Basilio Pérez

 

Su hablar es pausado pero cargado de enseñanzas, todo indica que no conoce el significado de la palabra imposible, pues desde niño ha enfrentado un sinnúmero de dificultades, las mismas que ha sorteado con la determinación que heredó de su abuela mientras vivía de niño en Vista Hermosa – Meta, territorio azotado durante años por el espanto de la guerra.

 

Usando sus redes sociales Basilio logró tocar el corazón de cientos de personas que donaron los ingredientes necesarios para la receta de una bebida caliente que le recomendó la mujer que lo formó. Así llegaron a la puerta de la penitenciaría limones, panelas, manzanilla, limonaria y el ingrediente más esperado el VM – 100 a base de Moringa. Esta donación llegó gracias al carácter humanitario de dos personas de Acacías: Bray Martínez y don Edwin Carreño, un hombre de corazón tan grande como el Llano, que lleva estudiando las bondades de esta planta desde hace más de 13 años.

 

Las hostilidades bajaron, los esfuerzos se unieron, una armonía nunca antes vista en la cárcel de Villavicencio se apoderó de todos. Reclusos y guardias ayudaban a preparar lo que ellos denominaron la bebida de la esperanza, cuyo ingrediente más importante era el VM – 100.

 

A los ocho días la recuperación comenzó y dos semanas después la cárcel fue declarada libre de Covid… Internos y vigilantes, creyentes y no creyentes acordaron en denominar a este hecho sin precedentes en Colombia como un milagro.

 

Como si se tratara de una copia de alta fidelidad, el mismo proceso empezó a repetirse en varias cárceles de Colombia, el VM-100 donado por Edwin Carreño llegaba gracias a la gestión de Basilio. Así se erradicó el virus de los establecimientos penitenciaros de Leticia, Cartagena, Barranquilla, El Espinal, Granada, por solo nombrar algunos. La bebida no solo los recuperó, también logró apaciguar el resquemor propio que se viven en una reclusión.

 

Empieza la vuelta a Colombia

 

Los gritos pidiendo ayuda se multiplicaron y colapsaron la producción de VM- 100, mientras tanto por la rapada cabeza de Andrés Basilio rondaba otra idea con fines humanitarios. Mientras trabajaba diseñaba la forma de seguir llevando la bebida a otros compañeros del INPEC y claro a los reclusos también, ya se había forjado una amistad benefactora con Edwin. Y un día sin pensarlo más se decidió.


Personal del INPEC recibiendo donación de Moringa

Pidió vacaciones y Emprendió viaje a la cárcel de Cúcuta con el único fin de intentar salvar más vidas, iba feliz con su cargamento de ilusión representando en cajas de VM – 100. Nunca imaginó que el camino de llevar una esperanza y compartir su conocimiento estuviera plagado de vicisitudes y sufrimiento.

 

Una pequeña tortura de 19 horas, eso duró el viaje que fue recompensado por el recibimiento que le dieron. Otra vez pudo ver como los rostros de impotencia se transformaba en la ilusión de vivir y no convertirse en un número más que elevaría las cifras de muertos por el virus en el país.

 

Con la batería recargada de felicidad tomó camino de regreso. En las afueras de la ciudad esperó un bus que nunca llegó. Decidió echar dedo hasta que un furgón que llevaba una carga de patas de pollo lo recogió y lo transportó hasta Bucaramanga. No había posibilidad de dormir, el camino fue una charla constante con el conductor.

 

A las 12:00 de la noche lo recibió la Ciudad Bonita con sus calles desoladas por el toque de queda, era como un pueblo fantasma de esos que aparecen en las películas de zombis. Por fortuna la cadena de favores y grandes corazones seguía apoyándolo, un compañero del INPEC le dio posada, comida y una pequeña cama para descansar… Por fin.

 

El alba fresca y tranquila del siguiente día lo animaba a seguir aún con el transporte colapsado. Se paró en el sitio conocido como “Papi quiero piña”, pero si no había buses menos piña, otra vez a echar dedo y otra vez el conductor de un furgón que iba para Bogotá lo recogió.

 

Horas y kilómetros de viaje que sirvieron a la memoria de Basilio para recordar su llegada al INPEC siendo apenas un joven bachiller, porque la mejor forma de viajar es la mente y más si se trata de viajar en el tiempo.

 

La evocación lo llevó a sus días de ingreso al Instituto Nacional Penitenciario en la rama administrativa y la decisión posterior de hacer el curso para guardián. Esa era la mejor opción para un joven de origen campesino que todo se lo ganaba con esfuerzo en medio de una sociedad malacostumbrada a las palancas.

 

El frío de la noche lo recibió en Zipaquirá, hasta ese punto lo llevó el conductor del furgón, y como en una especie de Déjà vu debió quedarse una vez más en la orilla de la carretera esperando otra alma caritativa que lo ayudara a llegar a Villavicencio.


Camión que recogió a Basilio en Zipaquirá

 

La improvisada aventura le pasaba una vez más la cuenta de cobro, sin ruana ni chaqueta recibía el helaje por todo su cuerpo. Los pocos carros que pasaban no atendían su brazo estirado, el mismo que se entumecía más y más con el paso de las horas.

 

Con los labios partidos, las manos temblorosas y engarrotadas, repetía en su cabeza todas las oraciones conocidas implorando que otro buen corazón lo ayudará a llegar. Fue el momento de pensar en su esposa y sus hijos, mientras las bajas temperaturas intentaban minar su fuerza de voluntad. No fue así. Tres horas después a las 2:00a.m. un camión cargado de ladrillos con destino a Cumaral - Meta lo recogió.

 

En su casa fue recibido como lo que es para su familia, un héroe sin capa ni súperpoderes cuya gran virtud es servir a la gente. Allí durante un par de días descansó y contestó las decenas de preguntas que su esposa y su hijo mayor le hacían.

 

Una vez más con la moral en alto se despidió de los suyos para ponerle la vista al Llano, su nuevo destino: Yopal – Casanare.

 

Es como si nada lo detuviera, en un carro particular logró cupo y de paso conoció una ruta para llegar hasta su destino saliendo desde la vereda de Pompeya.

 

A la cárcel de Yopal llegó aporreado del viaje, pero nuevamente el recibimiento lleno de agradecimiento se convertía en su mayor recompensa, esa que está alejada de los bienes materiales, la que importa, la del alma. Estando ahí aprovechó y llegó hasta la reclusión de Sogamoso donde dejó el VM – 100 para que prepararan la bebida de la esperanza.


Compartiendo el conocimento en las cárceles del país


Hace unos días hablé con Basilio vía WhatsApp, lo felicité por la silenciosa y poco reconocida labor que adelanta. Aproveché para preguntarle:

 

- Basilio, ¿de dónde salen los recursos para esos viajes?

 

- De mi propio pecunio y gracias a la ayuda de don Edwin que sigue donando el VM - 100, contestó brevemente.

 

- Hermano… ¿Y hasta cuándo lo piensa seguir haciendo?

 

- Hasta cuando me alcance la plata y los días de descanso, porque es en esos días que viajo. Vea Elkin, yo no espero nada a cambio, no me interesa la recompensa humana, la recompensa viene del cielo, la bendición viene de Dios.

 

Elkin Raúl Coronell Cadena


En estos enlaces pueden ver el documental Héroes Vestidos de Azul: 

https://vimeo.com/533364936

https://www.youtube.com/watch?v=dnWB7GYG4JE&t=37s


Comentarios

  1. Excelente documento se me arruga el corazón de emoción una gigante felicitación a los protagonistas de esta linda historia Dios los bendice para que su corazón permanezca intacto para continuar ayudando a la humanidad más necesitada.

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    1. Hola Alba, gracias por tus palabras y mil gracias porm leer mis crónicas-

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  2. Felicitaciones por tan excelente y admirable crónica Elkin coronell cadena gracias por exaltar la gran labor de nuestro héroe de capa INPEC, Basilio Andrés Pérez Correa, luchador invencible, guerrero y siempre dando lo mejor por el bienestar de muchas personas, con el apoyo incondicional de la Empresa
    VM 100 Moringa dell señor Edwin Carreño y todas las personas que lo han apoyado a tan extraordinaria misión.

    Estás son las publicaciones que deben sobresalir en nuestro amado país .

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    1. Hola, infinitas gracias por sus palabras. Es verdad, ojalá estás historia se pudieran hacer más visibles.

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  3. Excelente documento, felicitaciones a Basilio por ser un maravilloso ser humano.

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  4. Excelente crónica. Saber que existen seres humanos como Basilia Andrés nos devuelve la esperanza.

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