La feliz locura de la cultura

La feliz locura de la cultura


Su estilo personal pasa de la barba poblada a la afeitada perfecta, del pelo corto al pelo largo y hasta la ya pasada de moda cola de caballo; directo y refranero, de caminar pausado con un singular swing setentero, sus manos saben grabar, retratar o pintar la realidad, pero desde su realidad… Es Gerardo, dueño de la Galería Casa Museo Cadavid en Villavicencio.

 

La gris mañana de un domingo frío y cualquiera, compró una silla vieja en la calle 19 con carrera tercera de Bogotá, en el famoso y siempre concurrido mercado de las pulgas.

 

Con $4.500 pesos menos en el bolsillo, pero orgulloso de su adquisición, se fue para su casa a mostrarle a su amada Carola la vetusta ganga. Ese día nació la idea de algún día tener un museo. De eso ya hace 31 años.

 

Para esa época Gerardo era camarógrafo y había laborado en varios noticieros locales y extranjeros, eran momentos de bonanza televisiva y el trabajo era bien pago.

 

Pero le sucedió lo que a muchos, quiso tener su casa propia y se embarcó en la aventura de un préstamo de 13 millones de pesos, los cuales logró pagar con mucho sufrimiento. Años después de pagar ese monto y 40 millones de pesos más, empezó un proceso jurídico porque la entidad bancaría le exigía el pago de otros 40 millones.

 

Contrató un abogado filipichín de esos que rondan en los pasillos de los juzgados, en los que predomina el olor a cuarto de sanalejo, el típico que ni habla ni silva, pero si exprime a su cliente.  Con el tiempo se dio cuenta que el leguleyo se había vendido al banco demandante y dejó vencer los términos.

 

Su forma de ser lo llevó como siempre a enfrentar el toro por los cachos, fue al juzgado donde ya estaba lista la orden de desalojo a pedir un poco más de tiempo mientras sus hijas terminaban el año escolar.

 

El apartamento ubicado en el sector de La Macarena en Bogotá era su ilusión, algo así como la niña de sus ojos, murales, dibujos, fotografías, cuadros y objetos de colección se admiraban en cada metro.

 

Con el agua de la tristeza salada en los ojos, el peso de la derrota en sus hombros y la estafa en sus vacíos bolsillos, llegó esa noche a su apartamento sabiendo que ya no era suyo.

 

La estrategia del caracol

 

Cuando la noticia se produce, la vecina comunicativa se la introduce. Un par de noches después una delegación de residentes del edificio encabezada por Olguita Pérez, una señora de mediana edad con cara de pocos amigos, pero como una dona, rellenita de dulzura, tocó a la puerta con una idea arrancada de una de las mejores películas colombianas.

 

- Don Gerardo usted no puede perder un apartamento tan bonito, además mire como lo tiene parece una obra de arte. – Dijo doña Olga.

 

­- Venimos a ayudar, comentó otro más atrás.

 

- Se acuerda de la película donde se llevan la casa… Eso vamos a hacer. Sentenció Olguita

 

Por turnos empezaron a trabajar, sacaron puertas, cielo raso, murales, paredes, lavamanos, closets y hasta una tina. No pudieron llevarse un mural de la última cena pintado en la pared de la habitación, ni el piso porque afectaban a la vecina de abajo. Quedó en obra negra.

 

Para ese momento Luisa y Lina, las hijas de Gerardo y Carola ya habían decidido que Villavicencio sería la ciudad que las acogería.

 

El día del desalojo llegaron el juez, el abogado y un par de policías, golpearon insistentemente a la puerta, pero nadie respondía. El jurista decidió observar por el hueco que habían dejado del ojo mágico de la puerta, la única que quedó. Cuentan que soltó un sonoro madrazo que sacó a los vecinos de sus apartamentos.

 

- Estos hijos de… se llevaron todo…!!!

 

Los vecinos salieron y se preguntaban unos a otros qué sucedía. La policía les hizo unas breves interrogaciones, pero todos respondían igual.

 

- No tenemos idea de qué pasó.

 

- Hasta anoche vimos a don Gerardo, tan raro.

 

- Nunca escuchamos golpes o movimientos extraños.

 

Tumbaron la puerta y no encontraron nada. Para ser exactos a la película solo faltó el aviso pintado en el fondo que dijera: “Ahí tienen su hp apartamento pintado”.

 

Es una ley del llanero darle la mano al que llega

 

Con el producto de un video realizado a una empresa privada llegaron a Villavicencio. El Portal de la Llanura colombiana los recibió una tarde de verano en una casa del barrio El Triunfo. Luego compró la oficina 302 del centro comercial Galerón donde grababa y editaba videos.

 

El tiempo con sus más y sus menos fue pasando, las niñas crecieron y en sus caminatas de la casa a la oficina, veía una casa semiabandonada que llamaba su atención en el sitio que a mediados del siglo pasado era conocido como el barrio El Espejo.

 

En el 2004 llegó el momento soñado. Tomó arrendado el segundo piso del edificio esquinero del parque central diagonal a la Gobernación del Meta. Allí abrió sus puertas por primera vez La Casa Museo Cadavid. Fue todo un acontecimiento su inauguración, personalidades y políticos del momento mostraban su cara de admiración y le daban golpecitos en el hombro, posaban para la foto social y al oído le prometían ayudas a millón.

 

En este segundo piso funcionó por primera vez el Museo Cadavid

El apoyo nunca llegó y el auge se fue apagando, seis meses después debió entregar el local. Recogió sus obras y antigüedades para nuevamente organizarlas lo mejor posible en su casa.

 

Un nuevo intento

 

La atracción que sentía por la casa medio abandonada finalmente logró su cometido. Una mañana Gerardo preguntó quién era el dueño. Le informaron que era Monseñor Alfonso Cabezas y que el predio estaba en venta. Sin pensarlo fueron hasta la arquidiócesis ubicada en El Templete, la negociación fue breve, el lote había sido un regalo del dueño de la famosa Droguería de los Llanos, muy reconocida décadas atrás. Monseñor pedía 15 millones y Carola ofreció 11. El negocio se cerró inmediatamente.

 

Empezó la odisea de hacerla habitable, El maestro de obra que contrató se bebió en un fin de semana los 800 mil pesos que cobró por el trabajo y nunca volvió. La construcción la terminó con la persona que le recomendó al maestro borrachín.


Casa de la familia Cadavid

Con tantas antigüedades apretujadas en su nueva vivienda volvió a apostarle a la cultura a pesar de su primer fracaso. Reabrió el Museo Casa Cadavid en la Calle Real de Villavicencio, media cuadra abajo del Parque Infantil. Lo hizo a pesar de las protestas de su familia, pero el insistía en la locura que le producía felicidad.


En la Calle Real funcionó por segunda vez el museo

Y una vez más la alegría fue efímera y esquiva, otra vez los políticos de turno incumplieron sus promesas de ayuda, es como si el saber les causara urticaria y prefirieren dejar morir la historia. La cultura no les produce plata. Ni siquiera los profesores de la Escuela Concepción Palacios ubicada al lado del museo, llevaron a sus alumnos a dar un recorrido gratis.


Cerró otra vez y empezó a regalar las antigüedades que ya no podía guardar. Una propuesta del Instituto de Turismo llegó para comprarle pinturas, cuadros y objetos históricos. 10 millones de pesos por todo. Para Gerardo fue un insulto y prefirió que algunos de sus amigos se quedaron con sus más preciados objetos.

 

Conviviendo con los otros

 

La madera con la que se hizo el piso de la nueva casa de la familia Cadavid crujía y producía extraños ruidos a los que fueron acostumbrándose, sin embargo, algo más estaba por develarse.

 

Una tarde Luisa, la hija mayor, sintió que la menuda figura de una niña se sentaba a su lado mientras le susurraba.

 

- Veamos televisión un rato.

 

Un helaje recorrió su espalda mientras su piel se ponía de gallina.

 

- Ahorita no tengo tiempo. – Contestó de manera breve pero amable.

 

Bajó hasta donde estaban sus padres y les comentó lo sucedido. Se alertaron, pero lo tomaron con calma.

 

Siguieron varios sucesos que enfrentaban el misterio con la realidad, las llaves no aparecían, movimiento de loza en la cocina, pasos lentos con sonido de ultratumba en la madrugada, y esa sensación de sentirse observados más no intimidados. Algo así como el imaginario de un sueño de suspenso en el que ellos como protagonistas no sentían temor.

 

Un fin de semana la familia debió viajar a una reunión en el Tolima, para no dejar la casa sola, le pidieron el favor a Carlos “Pitufo” Leaño, un camarógrafo amigo de la ciudad que la cuidara. Durante dos noches “Pitufo” no pudo dormir, los otros lo desconocieron. Decidió llamar a Gerardo y le dijo tajantemente.

 

- Hermano, devuélvase ya porque yo no me quedo una noche más aquí.

 

Todo se arregla dialogando, hasta los inconvenientes con el más allá. Gerardo empezó a hablarles cordialmente a esas entidades, y entre esos monólogos, les decía.

 

- Vea yo agradezco que compartan con nosotros, esta es la casa de todos y entre todos nos vamos a ayudar a cuidar y compartir ese techo. – El misterio y los sustos quedaron a un lado.

 

Y todo indica que el pacto se cumple. Una noche el novio de una de las hijas, a quien Gerardo no le tenía ni cinco de confianza por su mal comportamiento debió quedarse a dormir, pues un fuerte aguacero con tormenta eléctrica caía cobre la ciudad. Le armaron un colchón en la sala para que pasara la noche.

 

En la madrugada Luisa lo encontró acurrucado, pálido del susto en una especia de posición fetal contra un rincón, mientras repetía con sus ojos desorbitados.

 

- Esa señora que está ahí en la ventaba vestida de blanco no me ha dejado dormir. - Santo remedio, el pretendiente nunca volvió.

 

Una vez más

 

En octubre del año pasado uno de esos políticos que siempre promete ayudar, pero nunca aclara que solo va a ayudar a sus amigos y su familia, lo dejó sin trabajo por pensar diferente.


Así luce hoy la Galería Museo Casa Cadavid

Volvió a abrir su Galería Casa Cadavid con solo el 20% de las antigüedades y cuadros que tenía. Allí reposa el fusil con el que el capitán Guadalupe Salcedo, defensor de los llanos, combatió al gobierno chulavita, un fusil Famage de 1877 que donó Francia a Colombia para la guerra de los mil días, una pistola de la época bolivariana, un injerto de una escopeta con una flauta traversa, colecciones de teléfonos, pinturas, obras espectaculares y una buena parte de la historia de Villavicencio. Esa que cualquier turista desearía ir a conocer.

 

Su cuerda y feliz locura vuelve a comenzar.

 

Elkin Raúl Coronell Cadena

 

Comentarios


  1. Lo conocí en el colegio.isaac Newton en primero de bto.en Bogotá eran los años 70s y desde ahí colecciona cuanta mariscada le paresca atractiva.colecciona de todo y guarda y limpia todo como si lo acabara de adquirir (entre parentesis)
    Porque si no se lo vendían se lo robaba.
    Buena esa mi hermano ya le tienes un lugar para todas tus colecciones.
    Dios te bendiga.

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  2. El que persevera alcanza y mucho más se ve en el aspecto artístico y mucho más en nuestra Colombia. Hay que seguir con el agua de la tristeza en los ojos, por diferentes razones, pero sabiendo que al restar y sumar el saldo es positivo sabemos que nuestra realización en lo personal está muy cerca.
    Abuelo Gerardo un abrazo. Me alegro de estarte acompañando en este corto camino que llamamos vida.

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  3. Una excelente crónica, como todas. Lo mejor que puede hacer don Gerardo es trabajar de la mano con los privados por que los políticos son sólo promesas y no valoran lo que a ellos no les genera efectivo

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