La suerte de Roberto


La suerte de Roberto



Paseaba tranquilo por la playa del hotel Las Velas en Cartagena, con un trotecito alegre, una sonrisa que trasmitía satisfacción, y en los ojos, la tranquilidad de vivir feliz el día a día… tenía asegurada la comida, el agua fresca para calmar la sed y cuando quería entraba al hotel a tomar la sombra y disfrutar del aire acondicionado… Sin duda alguna era feliz. Así lo recuerdo.

Pero no siempre la vida fue amable con Roberto; nació en la calle, desde sus primeros meses en este mundo se enfrentó al duro asfalto, su progenitora lo amamanto hasta donde pudo y les compartió, a él y sus hermanos, la comida que podía conseguir. Así fue hasta que se fue solo a enfrentar su existencia.

Todo esto me lo contaron quienes lo conocieron desde cachorro, o casi desde su nacimiento. Su pelaje era una extraña mixtura de grises, blanco y un degradé de color café, de patas largas y fuertes, hocico alargado, cuerpo atlético de aguantar hambre, y sus ladridos variaban según su estado de ánimo.

Era curioso por naturaleza, atento con quien quería y agresivo cuando le tocaba.

Roberto fue creciendo en medio del rebusque propio de Cartagena, a su favor tenía el vecindario donde nació y pasaba gran parte de su tiempo, el exclusivo sector de El Laguito en “La Heroica”.  Aunque muchas veces era visto en la ciudad amurallada o en las playas del hotel Las Américas, pero por esos lados no era bien recibido y lo trataban como lo que era… Un perro callejero.

A Roberto lo conocí gracias a otro Roberto, Roberto Quintana, excelente camarógrafo y mejor amigo, quien me comentó las anécdotas del cuadrúpedo y semanas después hicimos la historia para televisión.

La vida de este pequeño peludo era como una montaña rusa, altos, bajos, curvas peligrosas, velocidad, adrenalina; y todos los días subir la cuesta para tomar impulso y seguir adelante.

Aguantar hambre y sed era su rutina, se reflejaba en su escuálido cuerpo, pero era un optimista de la vida, los insultos y desprecios estaban a la orden del día. Pero era un soñador… yo creo que debió nacer bajo el signo de piscis, el signo de las grandes S; sufridos, sensibles, sacrificados, solidarios, susceptibles.

Un día la vida de Roberto se partió en dos. Estaba echado debajo de la palmera más cercana a la entrada del hotel Las Velas, una brisa fresca presagiaba un aguacero seguro... De repente sintió una mano sobre su lomo, tal vez nunca había sentido ese tipo de cariño, porque segundos después estaba con la barriga al cielo dejándose acariciar. El hombre que le hacía carantoñas era el dueño del hotel, la conexión entre los dos fue inmediata. Roberto por fin tenía un humano.

Fue amor perruno a primera vista, un amor para el resto de sus días. Ahora cada vez que el can se arrimaba al hotel le tenían comida del mismo bufete de los huéspedes y agua fresca. Era orden del dueño.

Pasó de ser un perro más de la calle a ser el perro más importante de la calle, era como si las perritas lo supieran, pues cuentan que por esos días empezó a estar acompañado, también la soledad terminó y él lo disfrutaba.

Roberto podía entrar directo a la gerencia del hotel, siempre era bienvenido, su humano lo consentía y él le entregaba su cariño incondicional… Dicen que cuando estaban juntos se respiraba un ambiente de comprensión, tranquilidad, agradecimiento y hasta complicidad.

Los años son los años, el hocico de Roberto se fue tornando blanquecino, y su andar pausado… Pero como todo en la vida, una historia por bonita que sea, tiene sus momentos difíciles que luego se pueden convertir en tragedia, pero siempre existirá la esperanza, y llegará la recompensa.

El humano de Roberto falleció, el peludito entró en depresión, y la melancolía de un animal tan noble trasciende a quienes lo conocen…  Todos creyeron que la suerte se le había terminado y que los días flacos estaban de regreso, pero no fue así.

Su protector antes de cerrar sus ojos por última, vez dejó una clausula en su testamento…  Su perro consentido, el de sus amores, debía seguir recibiendo la comida del hotel, el agua como le gustaba, con hielo, y tomar la sombra en el hotel si así lo quería.

La noticia se regó por toda la ciudad, iba de boca en boca, con el famoso “corre ve y dile” de la costa y claro muchos le agregaban algo de más, típico de la sabrosura cartagenera.

Ahora, hasta La Asociación de Taxistas del Centro Comercial Pierino Gallo estaban atentos a Roberto. Era normal verlo con ellos en las noches en el sitio donde estacionaban, justo enfrente del hotel… Y como si fuera un huésped más salía por la puerta principal luego de saciar su apetito y recibía el afecto de los transportadores, luego se perdía en el silencio de la noche, un silencio que contrastaba con el bullicio de los turistas.

No fue difícil grabar la historia para televisión, se hizo el seguimiento durante todo un día a Roberto, se entrevistó a quienes conocían la vida, obra y aventuras del canino… Se habló con los dueños y arrendatarios de las lujosas y exclusivas joyerías del Pierino Gallo, lugar que había escogido ahora para entrar a calmar, con el aire acondicionado de estos locales, el insoportable calor del mediodía.

Finalmente, la historia se emitió en el noticiero, su fama había traspasado las fronteras.

Unos nueve meses después regresé a Cartagena a cubrir el Reinado Nacional de la Belleza. Antes de ir a reclamar mi credencial o entrevistar a las reinas fui a ver a Roberto, recorrí la playa aún con mi pinta de cachaco recién llegado… no lo encontré.

Un extraño pálpito empezó a recorrer mi cuerpo mientras caminaba hasta el Centro Comercial y el hotel. La respuesta fue la misma en todos lados. Nadie había vuelto a ver a Roberto en el último mes.

La tristeza me embargó y una especie de Déjà vu se apoderó de mis recuerdos, mis ojos se fueron tornando rojos hasta que no pude contener las lágrimas, me senté en una tienda a tomarme una Kola Roman y ver desde allí algunos de los lugares preferidos por Roberto para descansar…  No tengo por qué negar las lágrimas, también soy piscis, soy sentimental al extremo.

Me imagine a Roberto durmiendo mientras la Parca lo llevaba a un ultimo paseo al cielo perruno, aunque creo que se fue a otro lugar a reunirse con el único humano que lo rescató y le brindó ternura más allá de su muerte. Porque un amor como ese va más allá de esta vida.


Elkin Raúl Coronell Cadena

Comentarios

  1. Usted como siempre con sus buenos escritos éxitos.

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  2. Gracias viejo Omar... seguiremos con el favor de Dios publicando todos los sábados una nueva historia.

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  3. Me encantó y me sentí aludida por aquello de los Piscis.Sufridos,sentimentales y lo demás.Gracias Elkin sigue escribiendo sobre lo cotidiano y sencillo pero bonito.

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    1. Gracias por tus palabras, seguiremos contando historias hasta donde la cuerda alcance, y si, los piscis somos así. Regalame tu nombre para seguirte en redes y contestarte con tu nombre. Una vez más gracias.

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